Descripción
Una partida de ajedrez
El campeón mundial de ajedrez, Mirko Czentovic, viaja en un buque de vapor desde Nueva York hacia Buenos Aires a disputar un torneo. McConnor, un obstinado pasajero aficionado, desde que se entera de su presencia no descansa hasta lograr jugar una partida con él, pero no le sale barato: doscientos cincuenta dólares por partida es el precio de Czentovic.
El devenir de los acontecimientos cambia cuando entra en escena el doctor B., un personaje extraño que ocasionalmente pasa por el lugar donde Czentovic se enfrentaba a McConnor. No puede evitar observar la partida y aconsejarle a McConnor las jugadas correctas para salvar la partida y obtener un empate.
Probablemente crea que voy a hablarle sobre los campos de concentración donde llevaban a todos aquellos que se mantenían fieles a nuestra vieja Austria, sobre las humillaciones, los tormentos y las torturas que sufrí allí; pero nada de eso sucedió. Yo estaba en una categoría diferente. El método era el más exquisito y refinado aislamiento. No nos hacían nada: simplemente nos ubicaban en un completo vacío, y todo el mundo sabe que en la tierra nada ejerce más presión sobre el alma del ser humano que el vacío. Se esperaba que el confinamiento solitario en un vacío total, una habitación desconectada herméticamente del mundo exterior, creara presión no desde afuera, mediante la violencia y el frío, sino desde adentro, lo cual finalmente nos haría confesar.
Los ojos del hermano eterno
Los ojos del hermano eterno tal vez sea uno de los libros más raros dentro de la vasta obra de Stefan Zweig. Escrito como una leyenda oriental situada mucho antes de los tiempos de Buda, narra la historia de Virata, hombre justo y virtuoso, el juez más célebre del reino, que después de vivir voluntariamente en carne propia la condena más terrible destinada a los asesinos más sanguinarios, decide internarse en el bosque para evitar tener que juzgar y decidir los destinos de vidas ajenas. Aun desde la inacción y desde su vida como ermitaño, sus actos tienen consecuencias terribles. Y allí se explica esa cita inicial a Bhagavad Gita: dejar de actuar también es actuar.
Quiero dejar de ser libre de mi voluntad. Porque una persona libre no es libre y el que no hace nada no vive sin culpas. Solo aquel que sirve es libre, aquel que le entrega su voluntad a otra persona, emplea su fuerza en un servicio y obra sin preguntar. Solo la mitad de lo que hacemos es nuestra obra: su principio y su fin, su causa y su efecto les pertenecen a los dioses.
Carta de una desconocida
En el día de su cumpleaños, el famoso novelista R. vuelve de un retiro en las montañas. Al llegar a su casa, entre toda la correspondencia, encuentra una carta con el siguiente encabezamiento: “A vos, que nunca me conociste”. De ahí en más, la confesión de una mujer, un amor imposible nacido desde la infancia, una fascinación en silencio y una devoción no correspondida se van develando de a poco en esa carta no exenta de sorpresas.
Mi hijo murió ayer. Durante tres días y tres noches me estuve batiendo con la muerte tratando de salvar esta pequeña y tierna vida, durante cuarenta horas estuve sentada junto a su cama, mientras la gripe sacudía su pobre cuerpo ardiente de fiebre. Era nuestro hijo, querido, el fruto de mi amor consciente y de tu descuidada, derrochadora y casi inconsciente ternura, nuestro niño, nuestro hijo, nuestro único hijo.