Descripción
Durante mucho tiempo los escritores socialistas pensaron que Marx había creado un cuerpo de doctrinas que permitía llegar a este triple resultado: demostrar que los ataques de las clases obreras dirigidos hacia el capitalismo son las consecuencias científicas de un análisis de la producción; basar en la filosofía la confianza en una revolución inminente que reemplazaría el capitalismo por el comunismo; encontrar, por vía de una nueva investigación de la historia, reglas propias para dirigir, de manera muy segura, la política de los partidos revolucionarios. En Alemania el sistema marxista estaba considerado como fuera de cualquier crítica; la debilidad de la argumentación que los profesores de las Universidades habían opuesto al marxismo justificaba, de alguna manera, el orgullo de sus partidarios.
La actitud de los discípulos de Marx contribuyó mucho a hacer estéril toda crítica; es que, efectivamente, la crítica se ejerce normalmente sobre los desarrollos que produce una escuela a partir de la doctrina de un maestro, y no tanto sobre la misma doctrina. Pero ocurre que los marxistas, en lugar de desarrollar la obra magistral, se entregaron a fantasías tan numerosas que las personas serias generalmente no los consideraron como interpretes autorizados de Marx. Por lo tanto, este permaneció aislado.