Descripción
La eficacia simbólica de las leyes que persiguen los delitos violentos en el fútbol es nula, ya que puede con éxito encarcelar a quienes cometen delitos pero no modifica la validez que estos hechos poseen. Por ello, una política de prevención de la violencia que se recuesta solo en nociones judiciales está destinada al fracaso.
Una vez más damos cuenta de que la irracionalidad nada tiene que ver con estos actores y sus acciones. Se vuelve ahora obligatorio mencionar que si nuestro deseo es modificar los sentidos de pertenencia sustentados en la violencia es necesario construir grupalidades que alberguen a estos actores eliminando la violencia como moneda de intercambio.
Debemos encargarnos, ahora, de batallar contra uno de los lugares comunes, construidos con mayor tozudez y tenacidad, aquel que sostiene que la violencia es una particularidad natural y esencial de ciertos actores sociales. Corresponde, en este camino, ahondar en la desnaturalización de la violencia. El aguante se define por reconocer
cuándo, cómo, contra quién y dónde testificar sus capacidades. Es decir, que es un conjunto de saberes que debe ser explotado en situaciones determinadas y en ciertos contextos estipulados. Los integrantes de las hinchadas saben que pelearse es legítimo en un universo de relaciones y, en otros, es ilegítimo y desprestigiado.